domingo, 22 de mayo de 2016

ESPECTADOR



Es una palabra que nos delata como pasivos, creo que hay veces que eres pasivo-agresivo, como los seguidores de determinados deportes de masas como el fútbol, las famosas “barras bravas argentinas” como nos canta Sabina y la chica que va moviendo su pollera ante los seguidores de Boca.

Hay veces que ser espectador es frustrante, sobre todo cuando te gustaría actuar y no ser un mero espectador pasivo y que cada uno use la imaginación para ponerse en situación.

Si hay una situación de espectador que me encanta y no me gustaría cambiarla por nada es cuando soy espectador de una corrida de TOROS.  Sé que, en estos momentos, los toros causan cierta discusión, pero a mí una buena “CORRIDA” me genera felicidad, que es de lo que se trata.



Posdata: cuando hablo de corrida es de TOROS.


Carlos Aguilar

DEMASIADO


“Demasiado” es un adjetivo que no me gusta. Es tibio y pusilánime. Para lo bueno no alcanza. ¿No es estúpido intuir que pueda haber en alguna ocasión demasiado amor, demasiadas risas, demasiada ternura, escucha, pasión, complicidad, entusiasmo, ilusión, música, sentir…? Y para lo malo es anodino ¿demasiado dolor, miedo, frío, oscuridad  en lugar de un dolor desgarrador, un miedo atroz, un frío atenazante o una oscuridad abismal…?

Tolero “demasiado” cuando se emplea para la ocasión perdida, la oportunidad de vivir algo que dejamos pasar:

Cuando decidí amarle ya era demasiado tarde, sus ojos miraban en otra dirección.




Aunque si quitamos “demasiado” en la frase anterior tampoco perderíamos demasiado.


Cruz Ferrando