LA CUESTIÓN HUMANA
Salía conmocionado de ver la película. La pantalla
en negro y los sonidos que habían desfilado durante los últimos instantes golpearon
mi conciencia. Nada más salir de la sala y alcanzar el hall, me sentía una persona diferente de la que había entrado a ver
el filme francés. En ese instante tuve una ilusión óptica: estaba viéndome a mí
mismo, en dirección contraria, acercándome como un zombie, que trataba de ver la película. El rostro que tenía ante mí
era inexpresivo, contrastaba con el ánimo apesadumbrado que tenía tras la
proyección. Fue en ese momento cuando presente y pasado se cruzaron en mi
camino. Entonces caí en la cuenta de que gracias al dolor de la verdad me
sentía más vivo que nunca. Comprendí el valor de las palabras, de la memoria y
como el pasado se refleja con nitidez en el presente. Al salir a la calle, una
bocanada de aire fresco me dio en la cara; el fragor de la gente que iba y
venía me ayudó a salir del ensimismamiento.
Pablo Ferrando García
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