domingo, 25 de agosto de 2019


LA CUESTIÓN HUMANA

Salía conmocionado de ver la película. La pantalla en negro y los sonidos que habían desfilado durante los últimos instantes golpearon mi conciencia. Nada más salir de la sala y alcanzar el hall, me sentía una persona diferente de la que había entrado a ver el filme francés. En ese instante tuve una ilusión óptica: estaba viéndome a mí mismo, en dirección contraria, acercándome como un zombie, que trataba de ver la película. El rostro que tenía ante mí era inexpresivo, contrastaba con el ánimo apesadumbrado que tenía tras la proyección. Fue en ese momento cuando presente y pasado se cruzaron en mi camino. Entonces caí en la cuenta de que gracias al dolor de la verdad me sentía más vivo que nunca. Comprendí el valor de las palabras, de la memoria y como el pasado se refleja con nitidez en el presente. Al salir a la calle, una bocanada de aire fresco me dio en la cara; el fragor de la gente que iba y venía me ayudó a salir del ensimismamiento.


Pablo Ferrando García
                                                                                          Patacona, Valencia.  2/3/2019



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