HOTEL
Llevaba
ya tres días sin dormir, en algo que fuera parecido a una cama.
Horas y horas al volante … conducir era lo único que en ese
momento, apremiaba, parando lo mínimo a repostar, estirar un poco
las piernas, echar una cabezadita de vez en cuando y de nuevo seguir
avanzando, siempre hacia el Este. ¿Por qué tantos kilómetros en
coche? Intentaba no dejar rastro en las listas de pasajeros de vuelos
internacionales, además no tenía visado.
Primero
pasé a Francia, luego a Italia, Eslovenia, Croacia, Hungría y por
fin había entrado ya en Ucrania. Ahora solo quedaba llegar a
aquella península situada al norte del Mar Negro. Pero me sentía
débil por haber perdido bastante sangre de aquella herida, por
fortuna superficial, sufrida días antes. No tenía claro si alguien
seguía mi rastro. ¿La Interpol? ó quizá algún esbirro de la
propia Krisha, que como en los toros, hubiese visto la
faena desde la barrera. Después de la reyerta, me había esfumado,
sin pasar por casa para recoger siquiera algo de ropa. Manchado de
sangre todo el asiento y aunque me había cambiado varias veces de
camiseta, no terminaba de pasar desapercibido, sobre todo por llevar
una bala, que en la huida, había agujereado el portón trasero de
mi coche.
El
caso es que ya estaba cerca y debía hacer un último esfuerzo antes
de reencontrame con Nicolette. ¡Cerca, por decir algo! pues aún
debía recorrer unos 600 km y bien sabía que me encontraba en
territorio hostil. Para estar más presentable al día siguiente,
buscaría un hotel en aquella ciudad que de niño había visto en
alguna película de la II Guerra Mundial. Me traía viejos recuerdos.
Nostalgia de algo tan lejano, que jamás había conocido y que ahora
pasaba a ser, el puerto de mayor negocio criminal del mundo: Armas
para África, tráfico de personas procedente mayormente de Asia,
heroína de Afganistán y gestionado todo por los rusos. Pero la
ciudad era muy grande y nadie de la división portuaria, entendía
yo que me podría reconocer.
Pasada
la media noche, llegué muy cansado. Aquella oscura y sucia ciudad
portuaria, apenas tenía luz en las calles y muchas avenidas estaban
sin asfaltar. Crucé varias vías de tren, que nacían o morían en
aquel puerto de aquella triste ciudad, que jamás llegaría a
conocer… Las indicaciones en cirílico, lo complicaba todo aún
más. No sabía interpretarlos bien ¿anunciaría alguno de aquellos
letreros un hotel? ¡Qué coños sabía yo! Solo necesita uno modesto
y tranquilo, donde pasar desapercibido, por mucho que un Golf con
matrícula española y las pintas que pudiera llevar, hiciera
complicado esa intención.
Me
fié del azar, dejando a un lado las avenidas principales y me metí
por calles más estrechas, oscuras y desérticas. Terminé en una
placeta cerrada, con un único callejón de entrada y salida, donde
sentados en varias cajas de madera, se encontraba jugando a las
cartas, una siniestra cuadrilla. El ruido del motor y las luces del
coche delataron inmediatamente mi presencia. Todo aquel grupo, se
levantó y comenzó a mover los brazos, saludándome e indicando
dónde debía aparcar. En uno de aquellos saludos, pude distinguir
el brillo de un arma de fuego, que llevaba por la cintura, el tipo
más delgado. Nada bueno podía esperar de aquella gente, de esa
inhóspita placeta, de aquella desapacible ciudad.
Saludando
a todos e indicando que, “casi mejor”, aparcaba al lado contrario
del que ellos sugerían, terminé dando un giro de 360º, primero
muy despacio, luego acelerando más y más. Pude salir
afortunadamente de aquella siniestra placita por donde había
entrado. Mirando por el retrovisor, todos hacían aspavientos,
alguno se agachaba para recoger y lanzar alguna piedra. De nuevo
volvía a escaparme por los pelos. Me costó tiempo salir de Odesa,
dando mucha vuelta, esta vez sin dejar nunca las grandes avenidas.
Aquella
noche tampoco dormiría en una cama de hotel. Ni bueno ni malo, ni
limpio ni sucio, ni caro ni barato.
Ernesto
Ferrando
Valencia,
Agosto de 2005
Muy inquietante. Me ha hecho vivirlo como cuando te metes tanto en una película que pegas botes en el asiento.
ResponderEliminarMuy bueno, da hasta miedo
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