viernes, 10 de diciembre de 2021





      LA FOTOGRAFÍA


     Escrito en el reverso: ‘’Capadocia, Junio, 1957’’. Tomé esta fotografía en mi viaje a la Capadocia en 1957. Volvía a mi hotel y simplemente capté ese instante en el que un niño mira a cámara, mi cámara, y en segundo plano aparecen unos hombres viejos a través de la ventana de un bar, mirando a un punto indeterminado dentro de aquel local.
     Era una fotografía más, o lo fue, porque al día siguiente al volver al hotel me encontré con la misma escena y volví a capturarla con mi cámara. Sin más. Pero ante mi sorpresa pasó otro día y de nuevo la misma imagen que volví a captar con mi cámara, y de la sorpresa pasé al asombro cuando este mismo instante se repitió los siguientes días de mi estancia en aquel pueblecillo de la Capadocia.  En mi último día en aquel lugar, tras repetirse escenario y fotografía, me asomé a la ventana del local, los hombres en silencio miraban simplemente hacia un punto que yo no podía ver, tal vez una vieja radio que sonaba, intenté hablar con el niño, pero no pude hacerme entender y éste se limitó a mirarme con resignación, igual que en la fotografía.
     Pasaron los años y aquellas fotografías quedaron olvidadas en un cajón junto a muchas otras, hasta que hace unos días ojeando una importante revista fotográfica, un reportaje captó poderosamente mi atención. Se trataba de una serie de viejas fotografías tomadas en Capadocia en Junio de 1957, en apariencia repetidas, idénticas, que tomadas desde el interior de algún local,  mostraban en primer plano a unos hombres sentados de espaldas mirando hacia algún lugar dentro del local y en segundo plano, tras la ventana abierta, a un niño también de espaldas y, tras él, a un hombre de frente tomando una fotografía… de inmediato me puse a rebuscar por los cajones hasta dar con aquella serie de fotografías olvidadas durante años, el niño mirando a cámara y los hombres del local captados a través de la ventana mirando a un punto indeterminado… y, no cabía duda, en la serie del reportaje de la revista, el hombre que aparecía de frente en segundo plano tras la ventana era yo tomando mi fotografía.


Jorge Ferrando
Diciembre 2021
                                                                                                           



 PADRE


Odio estas tardes tan largas y aburridas. Padre me ha dicho que lo acompañara, ¡Vamos chaval, demos una vuelta por ahí!

Parece que, así, madre se queda contenta y no rechista.

Luego llegamos al casino y me deja fuera, ¡Ojo con moverte de aquí!, y ojo con que me mueva que luego el bofetón me tira de espaldas.

De pensar que la cuadrilla estará en la charca grande, cazando renacuajos o tirando chinas a los pájaros me entran todos los males.

Hace mucho calor y las moscas no dejan de darme la lata, se ve que me encuentran dulce.

El problema es que no sé cómo saldrá, cuando salga. A veces no puede casi ni andar, se apoya en mí y yo casi no puedo dar un paso con tanta carga.  Al llegar a casa, disimulará y dirá que el sol le ha dado dolor de cabeza y que se acuesta. 

Yo tendré que inventar para madre lo bien que lo he pasado jugando con él y todas las historias que me ha contado de cuando era un zagal.

En esos momentos, viendo sonreír a madre, me encanta padre y todo lo que hago con él.


Cruz Ferrando
Diciembre 2021



SUREN Y YILMAZ


Suren estaba apoyado en la pared, junto a unas vitrinas donde se exhibían unas camisas desordenadas. En el suelo había unos cubos metálicos y un saco atado. Oía el sonido estridente de un televisor que provenía de la taberna vecina. Trataba de vender las palanganas cuando, en cierto momento, vio pasar, a unos pocos metros, a un hombre mayor atolondrado. El anciano se sacó un reloj viejo para consultar la hora y Suren advirtió que no lo llevaba atado al pantalón. Miró a su alrededor y se acercó sigiloso al octogenario, que ya se había puesto a caminar. Cuando iba a robarle el reloj se le adelantó un chico estirado y pelirrojo. Suren se enfadó con él diciéndole que se había fijado antes. El pelirrojo se presentó como Yilmaz. Le guiñó el ojo izquierdo en son de paz y se pusieron a hablar en el puesto de Suren. Aquella tarde los dos chicos se hicieron amigos. Cuando se despidieron el pelirrojo sacó de su bolsillo el trofeo obtenido volviendo a guiñar el mismo ojo.

Veinte años más tarde Yilmaz se había enamorado de Anahid, pero ella eligió la serenidad y la inocencia de Suren. El día de la boda Yilmaz le regaló el reloj de bolsillo al novio. Cuando Suren recibió el regalo quedó conmovido por el gesto. La pareja se fue a vivir al centro y se distanció de Yilmaz, pero unos años más tarde Suren se separó Anahid y se volvió solitario y taciturno. 

Cierto día recibió una carta de Yilmaz, de quien nada sabía desde que se casó. En ella le invitaba a una fiesta, pero le resultó extraño ver que firmaba como un político de la región. 

Cuando Suren llegó al evento le costó reconocer al anfitrión. Tuvo que ser el propio Yilmaz quien tuviera que presentarse. Lo llevó a un tranquilo salón, le invitó a sentarse para luego ofrecerle alguna bebida. Yilmaz lo notó abatido. El amigo pelirrojo comenzó a dar una vuelta alrededor del sillón de Suren y en un tono altivo le dijo que no se preocupara porque él se encargaría de sacarlo del pozo en el que se había metido. Suren levantó la mirada hacia Yilmaz y observó que, a su lado, había una foto donde el pelirrojo salía retratado con Anahid cuyo rostro expresaba una tristeza enorme. 

Yilmaz sacó el viejo reloj de bolsillo de un cajón y le dijo a Suren que hizo mal en venderlo porque ahora se lo quedaba él y le guiñó el ojo izquierdo. 
 
Pablo Ferrando 
Diciembre 2021

6 comentarios:

  1. En un giro compasivo basado, cómo no, en la imaginación, Cruz provee de felicidad a los personajes que un segundo antes eran victimas de una circunstancia que describe y no juzga. Maravilloso.

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  2. Muchas gracias, viniendo de ti todo un halago

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  3. Vierte sensibilidad y sencillez, sin adornos ni prejuzgar a los personajes

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  4. El relato de Jorge también es interesante. Me recuerda a los dibujos de Escher.

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  5. Isabel, el tuyo tiene un registro poético por los juegos metafóricos...lo que más me ha sorprendido es el giro final dicho con muy pocas palabras...

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