lunes, 29 de febrero de 2016

HOTEL

No era un horario habitual. La dueña de la agencia le pasó una nota: Hotel Premiun, 15 horas, habitación 325.

Quiso presentarse a la cita sugestiva, pero no provocadora. A las once tomó un generoso brunch para no llegar a la hora señalada recién comida, aunque saciado el apetito. Tardó quince minutos en elegir el conjunto que vestiría. Media hora en combinar el atuendo con los zapatos y el bolso a juego. Tres cuartos en combinar todo ello. La lencería le ocupó mucho menos, eran poco más de la una y media de la tarde cuando llegó el turno de escogerla.

Eligió un frasco de sales de baño con manteca de Karité para suavizar la piel, con una agradable fragancia a pétalos naturales de rosas. Lo combinaría después con Gold Diva, de Roberto Verino, que dicen despierta el lado más tierno de los machos. Esperaba que fuera hombre, no se lo había aclarado la dueña de la agencia. A veces se podría encontrar con sorpresas desagradables.

Salió de casa a las dos y media. No tenía bastante suelto por lo que no se atrevió a coger un taxi. En esa ciudad hay pocos taxistas que aceptan cobrar con la Visa. Bajó al metro, con cuidado de no tropezar a causa de los tacones de sus Espósitos recién comprados.



Cuando paró en el andén, la puerta del vagón se abrió y le cedieron el paso. Estaba ocupado con oficinistas que regresaban del trabajo y estudiantes que marchaban a las clases de la tarde. Sentada en un lateral del vagón, se fijó en un jovencito en el asiento de enfrente que la miraba con atención. No tendría unos diecisiete años, la cara salpicada de acné y la testosterona humedeciendo la imaginación. No la miraba a los ojos, y no era porque sintiese vergüenza por lo que estaba calculando.

El asiento del metro tenía más baja la parte de atrás, por lo que las pantorrillas eran presa visible. Quizá había elegido una falda demasiado corta y el color del encaje del culotte era muy disparejo al de la falda. Estaba enojada. No volvería jamás a utilizar un transporte público, excepto los taxis. En Nueva York seguro que todos aceptan tarjetas. Decididamente, esta era una ciudad muy provinciana.

Entró en el hotel. Cinco estrellas. Era el único de la ciudad que se merecía seis. Se fijó en las personas que esperaban en el hall, alegrándose de que la observaran. Ninguno tenía acné, pero posiblemente tenían protegido el corazón con carteras personalizadas de piel de pata de avestruz.

Entró en el ascensor, mandando al botones que pulsara el piso tres. Subieron en silencio. Cada vez que acudía a una cita le subía la adrenalina conforme ascendía de piso en el ascensor. Esta no era una ocasión especial. Tenía un cuerpo bonito, gusto para el vestir, una licenciatura y dos masters de postgrado. Y allí estaba, caminando por un pasillo, hacia una habitación con un par de gorilas en la puerta y a una hora tan intempestiva para encontrar un trabajo que le disgustaba.

Los gorilas de la puerta le solicitaron la nota que le habían entregado en la agencia, dejándole el paso franco una vez verificada. Entró en la habitación.

Todas las que esperaban tenían una apariencia parecida a la suya. Estaba prohibido exigir en el anuncio de empleo cualidades físicas más allá de la consabida “buena presencia”. El empresario viajaba mucho, daba al año el equivalente a dos veces la vuelta al mundo. Para el puesto de secretaria de dirección exigían la licenciatura, varios masters y al menos tres lenguas. Ella cumplía casi todas. Le faltaba el último requisito. Chapurreaba algo el inglés pero dominaba perfectamente el francés. No la dejaron hacer la prueba.



Ignacio Cort


domingo, 28 de febrero de 2016

EL HOTEL


Mi lugar del mundo preferido cuando era niña. No me cansaba de mirar esa puerta que giraba sobre sí misma sin parar, hasta dejarme hipnotizada.

Y todo lo que  vislumbraba entonces, a través de sus cristales, era como un cuento de hadas: las lámparas de araña inmensas y repartiendo sus destellos mágicos en todas direcciones, los jarrones chinos más altos que los hombres, los enormes y preciosos centros de flores exóticas, la gran cúpula de infinitos cristales de colores…




Deseaba, con todas mis fuerzas, sentirme dentro de ese mundo que intuía  mágico tras el torno.

Hoy, con una copa estilizada de exquisito cristal en mi mano,  mientras simulo estar interesada en la boca hedionda que espera ansiosa mi piel, me miro desde este lado del torno mágico y tengo que tragarme todas las lágrimas que amenazan con ahogarme y que vuelven opacos todos los destellos.







Cruz Ferrando


lunes, 15 de febrero de 2016

HOTEL

Tengo la mente en blanco, no se cómo empezar, ni qué decir… Poco a poco supongo que iré recorriendo en mi memoria algo que me motive para este relato.

Bien, ya sabemos que “quan mes sucre mes dolç”, mi “sucre” siempre está en su ubicación a la hora de elegir. Busco siempre el centro histórico, que sea decente y punto, pero en el centro. Siempre me interesa con desayuno pero no es prioritario.




Hay veces que tiene vistas, entonces es “masa pa la carabasa”. No tengo grandes recuerdos negativos. Estoy pensando en “LA REPÚBLICA” pero mi estado de embriaguez era tal que no se si las sábanas estaban limpias o sucias o si había animalitos en el suelo o en las patas de la cama, pero puedo decir que siempre recuerdo las vacaciones en hoteles más que en otro alojamiento.




Últimamente utilizo guías de viaje para la localización de los hoteles y los restaurantes.

Empiezo a darme cuenta de la edad porque ahora siempre reservo antes de emprender un viaje, antes no, eso estaba dentro de la propia aventura.

Aventuras, es lo que me gusta, los hoteles son la excusa, viajar es lo importante.


Carlos Aguilar

martes, 2 de febrero de 2016

CÁNCER

La miró de soslayo para que no se sintiera observada.

¡Esa piel de agua antaño morena!

¡Esa estructura frágil otrora poderosa!

Esos ojos, esos ojos…

Se la estaban arrebatando poco a poco y en su desesperación, contenía el deseo de sumirla en un perpetuo abrazo.

Observó cómo trataba de esconder sus lágrimas. Tomó sus manos y recompuso su interior para entregarle la normalidad que ella exigía.





Amparo Soler. Enero 2016