lunes, 10 de octubre de 2016


A Carlos Aguilar, inspirador de este minirrelato.

DON PABLO

Julio de 1956. Merodeaba por la Torre de Madrid de la Plaza de España. Había quedado en aquel lugar con Don José Isbert para hacerle una entrevista. Cuando llegó me estrechó la mano y accedimos a la cafetería del rascacielos. Estaba nervioso, me inspiraba mucho respeto el actor y llevaba poco tiempo de crítico de cine. Antes de comenzar a preguntarle por su profesión se me ocurrió contarle el sueño que tuve la noche anterior: me encontraba en la Facultad de Derecho, de la Universidad Complutense. Los compañeros del aula no dejaban de observarme y no comprendía la razón. La profesora entró, pasó lista y al pronunciar mi nombre, me levanté, hice un gesto reverencial inclinando ligeramente el tronco al tiempo que le corregí a la mujer en un marcado acento afrocubano: no, señora, no me llamo Pablo Ferrando García, sino Pablongo, para servirla.



 Al lado mío estaba sentado un señor calvo, bajito, narigudo y con un timbre de voz rasgado. Iba vestido de esquimal y en su mano derecha sujetaba con una cuerda a un pastor alemán. Sonrió y al sentarme de nuevo dijo que no era racista en el momento en que advertí que mi piel era negra. El hombre disfrazado de esquimal era inventor, estaba buscando la radio para ganar un concurso. Decidí acompañarle al concluir la clase. Cogimos un autobús público y enseguida nos dimos cuenta que nos habíamos perdido. Sin saber porqué nos hallábamos en Villar del Río. Al bajar del transporte público el inventor se despidió y cogió, de forma apresurada, el taxi de un hombre llamado Toni. Al alejarse vi a un hombre narigudo que tenía el mismo grano de voz que el inventor disfrazado de esquimal. Llevaba un sombrero cordobés y vestía de andaluz. Se me acercó para saludarme aguzando el oído izquierdo con su audífono: hola, me llamo Don Pablo, soy el alcalde del pueblo. Y como alcalde que soy te debo una explicación y esa explicación es la que como alcalde que soy, te la voy a dar… Me quedé atónito. Comencé a reírme y estas risas se confundieron con las del actor en la cafetería de la Torre de Madrid.



Pablo Ferrando García

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