EL ALCALDE
Por la calle pasa el alcalde. Sereno
vuelve de comprar la barra de pan. Son las ocho y veinte. Hoy toca el
horno la espiga, mañana irá a la panadería de la Inés. El
miércoles la barra la habrá hecho Juan el cojo el de Panes Impares
de la esquina Doctor Zamenof. Cada día el alcalde compra el pan en
un despacho diferente. La confitería de la plaza la deja para el
domingo. Es la única que abre en festivos. Nadie sabe qué pan
prefiere. Él lo compra, lo coloca bajo su brazo siempre en la misma
posición y camina. De vuelta a casa se para frente a quien le
pregunta. Y a veces, en la parada, su cabeza se enrola en la nube de
aroma a recién cocido. Entonces el alcalde saliva. A veces se le
mancha la manga de harina. A veces llueve. Pero sólo una vez se le
ha visto arrancar la punta de la barra de a cuarto y llevársela a la
boca en medio de la calle. Fue en la esquina de la calle Colón con
Botánico Cabanilles. Aquella noche el alcalde no había dormido bien
y por la mañana era un hombre hambriento.
Amparo Juliá
No hay comentarios:
Publicar un comentario