lunes, 10 de octubre de 2016

EL ALCALDE

Por la calle pasa el alcalde. Sereno vuelve de comprar la barra de pan. Son las ocho y veinte. Hoy toca el horno la espiga, mañana irá a la panadería de la Inés. El miércoles la barra la habrá hecho Juan el cojo el de Panes Impares de la esquina Doctor Zamenof. Cada día el alcalde compra el pan en un despacho diferente. La confitería de la plaza la deja para el domingo. Es la única que abre en festivos. Nadie sabe qué pan prefiere. Él lo compra, lo coloca bajo su brazo siempre en la misma posición y camina. De vuelta a casa se para frente a quien le pregunta. Y a veces, en la parada, su cabeza se enrola en la nube de aroma a recién cocido. Entonces el alcalde saliva. A veces se le mancha la manga de harina. A veces llueve. Pero sólo una vez se le ha visto arrancar la punta de la barra de a cuarto y llevársela a la boca en medio de la calle. Fue en la esquina de la calle Colón con Botánico Cabanilles. Aquella noche el alcalde no había dormido bien y por la mañana era un hombre hambriento.



Amparo Juliá


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