DÉJAME
ENTRAR
Recuerdo
que entré en la sala de cine despistado a causa de mi
ensimismamiento. Llevaba unos días deprimido, los médicos me habían
diagnosticado disfunción renal y pronosticaban tratamiento de
diálisis. Con mis setenta años ya no se puede esperar otra cosa…
Encontré a mi amigo José en aquella sala. La verdad, me alegró
verlo, hacía años que no sabía nada de él. Le pregunté si
pasaban en aquella sala la última película de Woody Allen, Wonder
Wheel.
Me aclaró que no, ponían
Déjame salir.
Visto ahora parece un chiste macabro…¿verdad? El caso es que tuve
que despedirme deprisa por miedo a que empezara la sesión. Así que
me alejé de él precipitadamente. Cuando alcancé el pasillo tuve
remordimientos por haber dejado con la palabra en la boca a José.
Entonces decidí dejarle un mensaje en el buzón de su móvil
proponiéndole quedar la semana siguiente para ir a ver la última
película de Haneke, Happy End.
Me extrañó que no contestara. Al cabo de un par de días leí en el
periódico que José había fallecido en las escaleras de emergencia.
Al parecer, se equivocó de salida y sufrió un estúpido accidente,
tropezó y luego se desnucó. Estuvo dos días en aquellas escaleras
sin que los trabajadores de los cines lo encontrasen sin vida. No
acabo de quitármelo de la cabeza.
- ¿No llegaste hablar nada más con José antes de salir de la sala? –preguntó la psicoanalista–
- Sí, me recordó la última película que vimos juntos. Era de terror y romántica a la vez: Déjame entrar.
Pablo
Ferrando García
23/12/2017
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