lunes, 28 de noviembre de 2016

LIBRE

No sé lo qué es ser libre. Sé lo que es no serlo,  no voy a pensar en la falta de libertad
que cada día tengo que abordar.

Quienes son libres son los niños/as a la hora de que su imaginación vuele y vuele, 
para imaginarse los juguetes que, misteriosamente,  llegarán a sus casas por navidad traídos en camellos o en trineos.



Ahora os cuento la carta de mi nieto MATTHIEU


1 Un coche de volteretas.
2 Caballo coche.
3 Coche lobo.
4 Caballo con botón y ruedas.
5 Coche hiena con mando.
6 Coche elefante.
7 Patinadores con mamá y bebé.

Yo le dije  que algunos no están inventados pero el es LIBRE de pensar.

Carlos Aguilar

miércoles, 16 de noviembre de 2016


TU SONRISA

Me ha sorprendido tu sonrisa. Ha aparecido entre el gris de mi vida, como un vibrante rayo de luz cortando nubarrones de tormenta. Me ha atrapado en ese instante y sólo deseo volverla a sentir acariciando mi rostro. Ya no anhelo nada más, ese milagro es tan valioso que puede llenar todos mis minutos.

Atesoraba tu risa infantil en mi recuerdo y tu ausencia aún me hería más. Hoy he sentido tu amor y, aunque ya no podré levantarme de nuevo de esta dura cama de hospital, siento que por fin vuelo entre el mar y el sol.



Cruz Ferrando


martes, 25 de octubre de 2016

SORPRENDIDA/O



No sé cuánto tiempo Kasperle está en funcionamiento, ni cuánto tiempo pertenezco yo, ni qué mes, ni nada de nada... ni cuando os incorporasteis vosotros, ni en qué orden. No sé los que han desaparecido del mapa, los que vinieron, dejaron un poso y no pueden continuar, ni los que aparecen y desaparecen, como el Guadiana.





Lo que sí sé es lo que a mí me afecta y es positivo a tope, veo que no nos hemos enfadado, ni intoxicado, ni arruinado, ni separado, ni nada de nada... Se ve que estamos bendecidos.

SORPRENDIDO ESTOY de que en estos tiempos, en que los políticos nos hacen un máster catastrófico en cómo comportarnos, nosotros sigamos creciendo y no en número sino en CALIDAD. ¿Quién lo iba a decir?





Sorprendido y muy sorprendido de que, por mucho que lea, sigo teniendo las mismas faltas de ortografía, será que estoy bendecido.


Carlos Aguilar


lunes, 10 de octubre de 2016

HOY EMPIEZA TODO

Era la primera vez que ya no estaba al cuidado de mis padres, fue una tragedia para mí. Cuando entré en el aula me sentía abandonado y comencé a llorar. El maestro se acercó, trató de tranquilizarme con palabras afectuosas. Invitó a sentarme en un pupitre al ver que estaba más tranquilo. Acto seguido nos pidió a toda la clase que, uno a uno, nos presentáramos y luego contásemos un chiste. Yo no sabía qué era eso de contar un chiste. Escuché con atención a los compañeros que me precedieron y comprendí que se trataba de narrar un breve relato jocoso. Cuando llegó mi turno me presenté y relaté la historia del soldadito de plomo alterando la parte final: los niños le cortaban el otro pie. Al finalizar los compañeros se quedaron en silencio, sentí una enorme decepción. Era mi primer día de colegio, aprendí lo que era un chiste y a tomar la iniciativa sin contar con mis padres.




Pablo Ferrando García

EL ALCALDE

Por la calle pasa el alcalde. Sereno vuelve de comprar la barra de pan. Son las ocho y veinte. Hoy toca el horno la espiga, mañana irá a la panadería de la Inés. El miércoles la barra la habrá hecho Juan el cojo el de Panes Impares de la esquina Doctor Zamenof. Cada día el alcalde compra el pan en un despacho diferente. La confitería de la plaza la deja para el domingo. Es la única que abre en festivos. Nadie sabe qué pan prefiere. Él lo compra, lo coloca bajo su brazo siempre en la misma posición y camina. De vuelta a casa se para frente a quien le pregunta. Y a veces, en la parada, su cabeza se enrola en la nube de aroma a recién cocido. Entonces el alcalde saliva. A veces se le mancha la manga de harina. A veces llueve. Pero sólo una vez se le ha visto arrancar la punta de la barra de a cuarto y llevársela a la boca en medio de la calle. Fue en la esquina de la calle Colón con Botánico Cabanilles. Aquella noche el alcalde no había dormido bien y por la mañana era un hombre hambriento.



Amparo Juliá



A Carlos Aguilar, inspirador de este minirrelato.

DON PABLO

Julio de 1956. Merodeaba por la Torre de Madrid de la Plaza de España. Había quedado en aquel lugar con Don José Isbert para hacerle una entrevista. Cuando llegó me estrechó la mano y accedimos a la cafetería del rascacielos. Estaba nervioso, me inspiraba mucho respeto el actor y llevaba poco tiempo de crítico de cine. Antes de comenzar a preguntarle por su profesión se me ocurrió contarle el sueño que tuve la noche anterior: me encontraba en la Facultad de Derecho, de la Universidad Complutense. Los compañeros del aula no dejaban de observarme y no comprendía la razón. La profesora entró, pasó lista y al pronunciar mi nombre, me levanté, hice un gesto reverencial inclinando ligeramente el tronco al tiempo que le corregí a la mujer en un marcado acento afrocubano: no, señora, no me llamo Pablo Ferrando García, sino Pablongo, para servirla.



 Al lado mío estaba sentado un señor calvo, bajito, narigudo y con un timbre de voz rasgado. Iba vestido de esquimal y en su mano derecha sujetaba con una cuerda a un pastor alemán. Sonrió y al sentarme de nuevo dijo que no era racista en el momento en que advertí que mi piel era negra. El hombre disfrazado de esquimal era inventor, estaba buscando la radio para ganar un concurso. Decidí acompañarle al concluir la clase. Cogimos un autobús público y enseguida nos dimos cuenta que nos habíamos perdido. Sin saber porqué nos hallábamos en Villar del Río. Al bajar del transporte público el inventor se despidió y cogió, de forma apresurada, el taxi de un hombre llamado Toni. Al alejarse vi a un hombre narigudo que tenía el mismo grano de voz que el inventor disfrazado de esquimal. Llevaba un sombrero cordobés y vestía de andaluz. Se me acercó para saludarme aguzando el oído izquierdo con su audífono: hola, me llamo Don Pablo, soy el alcalde del pueblo. Y como alcalde que soy te debo una explicación y esa explicación es la que como alcalde que soy, te la voy a dar… Me quedé atónito. Comencé a reírme y estas risas se confundieron con las del actor en la cafetería de la Torre de Madrid.



Pablo Ferrando García

martes, 27 de septiembre de 2016


ALCALDE

Alcalde o Alcaldesa, una palabra muy de moda en estos tiempos. Casi siempre va unida a corrupción, prevaricación, falsedad de documento y otras palabras así, blanqueo, bueno robar pasta pero mucha, mucha. Y menos mal que es en € y no nos enteramos bien del todo, porque si es en "pelas" además de jodidos, apaleados.




¡Qué tiempos!... con Franco a eso le llamaban alcaldadas, o no nos enterábamos.


Pepe: tú, si tú, eres bueno, muy bueno, eres mi ídolo. Lo malo es que Marshall y su plan no nos dejara un puto dólar en el pueblo.




Carlos Aguilar

miércoles, 7 de septiembre de 2016

ILUSIÓN


                                                                                                          A Susana y Ana


Con la mirada perdida en la monda de la patata que está pelando, Ana siente como está a punto de ahogarla una tristeza densa, una marea de chapapote oscura formada por la acumulación de una gota de decepción tras otra.

Escucha abrirse la puerta de la calle. Bernardo acaba de llegar. Mientras acaban de cocerse las patatas, se dispone a poner la mesa para la cena. De repente, sus ojos comienzan a brillar al descubrir sobre la mesa del comedor un folleto precioso de un viaje a Venecia.



¡Por fin! ¡Bernardo ha pensado en ella! ¡Desde ahora mismo va a empezar a cambiar todo!

Con el corazón a brincos, disimula para hacerse la sorprendida cuando se lo entregue y vuelve rápidamente a la cocina. Al momento entra Bernardo, ya con su batín y sus zapatillas de felpa y arrugando el folleto con rabia.

- ¡Joeeeer, qué cansinos con la publicidad en los putos buzones!

Cruz Ferrando


lunes, 11 de julio de 2016



La cola advertía la equivocación del calzado de Irene y la duda sobre la motivación de Ángel por seguir allí. Yo utilizaba el tiempo pensando qué iba a decir cuando la tuviera enfrente. Desde hacía ya tres años, conocía y amaba su obra, y cada vez que había una noticia sobre su regreso a Valencia…. la leía al día siguiente.
Así que cuando por casualidad escuché que mi primo segundo, un genio del marketing y la publicidad, estaba preparando algo para una amiga suya y descubro que su “pelirroja favorita” es mi Paula Bonet y su “algo”, la presentación del último libro que ha ilustrado, creí morir. Obviamente me repuse de inmediato porque morir sabiendo que podía conocer a mi ídolo es de idiotas.


Así que más viva que nunca y totalmente interesada, llamé a mi primo para acercar el grado de consanguinidad  y con ello conseguir una cita con la estrella del momento. Hay que cultivar bien las relaciones si quieres sacar algo a cambio, y ésta había estado en barbecho bastante tiempo. Aun así, se mostró encantador cuando insistió en que era una exposición abierta al público y que en algún momento tal vez podría presentármela.
Y hasta allí nos dirigimos tres amigos que habíamos compartido noches de peligro, robando los carteles ilustrados por los que se hizo famosa, deseando tenerla cerca para poder contarle lo mágico que nos parece su mundo.

La cola avanzaba y con ella la preocupación de mis acompañantes: Irene, además del suyo, tenía el encargo de comprar un ejemplar a su hermana, otro a su mejor amiga y otro al chico que le gustaba y no sabía bien qué decirle a la autora para que cada dedicatoria fuera lo más personal posible; Ángel, por su parte, había decidido probar todos los vinos que sacaban los del catering para llevar mejor la espera y acabó utilizando cada ilustración del libro comprado, para repartir su número de teléfono a las estudiantes de Bellas Artes que encima le reían la gracia, sólo porque está bueno y lleva gafas de pasta.

Así que tomé las riendas de la situación y puse orden. Hablaría yo y ellos se mantendrían silenciosamente sonrientes. No habría ningún comentario sobre los carteles robados, ni las tetas de la Bonet ni descripciones eternas sobre para quienes van los libros. Tampoco estábamos ahí para vender nuestro momento a  Facebook o Instagram y éramos lo suficientemente mayores como para que se nos diferenciara de todos los estudiantes que estaban allí mismo. Éramos fans, no fanáticos.


 Se serenaron y avergonzados respetaron mi decisión. Sólo tres adolescentes nos separaban de estar con ella. Yo tenía ya los libros preparados para la firma y cada cosa que quería decirle estaba clara: presentación, petición, admiración y agradecimiento. Fácil.
En cuanto nos tocó, nos aproximamos al mostrador y pasó algo increíble: mis extremidades comenzaron a temblar y los libros cayeron al suelo. Cuando miré hacia abajo desconcertada, atisbé en el interior de mi bolso, una manga de la camiseta que ya no recordaba había metido por la mañana. Fue lo primero que me compré de ella con la ilustración “Soy de Ruzafa”. Mientras Irene intentaba recoger los libros lo más rápidamente posible, Ángel era testigo de un momento que no ha dejado de recordarme desde entonces y que cuenta cada vez mejor:

“Decepción. Vergüenza y decepción. Miró a Paula Bonet con ojos de loca y le dijo que llevaba buscándola desde hacía mucho tiempo porque tenía algo para ella. Aunque por su voz y por su cara todos, incluidos yo, esperábamos que sacase un cuchillo de dimensiones extremas, suspiramos al ver que se trataba sólo de una camiseta que, hecha un ovillo desplegó para pedir que se la dedicara por ser sufan más mayor”. La pobre ilustradora le acarició el brazo y muy displicentemente le indicó que no era buena idea porque no tenía un rotulador permanente, pero que si era capaz de encontrarlo, lo haría encantada. Aceptó hacerse cinco fotos obligada por nuestra amiga, que quería salir bien en todas las redes sociales y acabo abrazándola y susurrándole al oído: “Voy a escribir sobre ti en mi blog”. Dicen algunos vecinos de Las Naves, que por las noches aún se escucha una voz femenina que pregunta insistentemente ¿Alguien tiene un rotulador permanente para dejarme?”



Marga Cort





DECEPCIÓN


La vida es una montaña rusa, hay veces que estoy más cerca de ti y otras más lejos, unos amores son más fuertes y derrepente se enfrían, todo es un equilibrio. Nunca se sabe cuando se rompe pero casi siempre se rompe. Si se pudiera detener el tiempo en la subida y mantenerlo eso sería la felicidad pero no se puede. Tendríamos que no querernos, no hablarnos, no juntarnos, no compartir nada para que la DECEPCIÓN de la bajada no nos alcance.



Posdata: sé que he escrito mal de repente, es una decepción.


Era joven y pendenciero. Su capacidad de conquista no había tocado techo para elegir. En sus conquistas tenía ojo de cazador de sabana africana, tanto se decantaba por una gacela que por una torcaz. Lo importante era ver salir posta de su escopeta. No tenía mal gusto pero se decantaba más por la pechuga que por el contra muslo. Su conversación era divertida, las verdades se juntaban con las no verdades pero siempre terminaba en una sonrisa que a veces se tornaba en carcajada.




Su vida empezaba y terminaba en él y no era consciente de que las amistades risueñas se terminan antes que su memoria.

Los años se acumulaban pero su comportamiento no, las amistades se iban marchitando. Un día entró en una melancolía que se juntaba con depresión. Sus conocidos se lo notaron pero no se atrevían a preguntar y él menos a contar.

Fue al médico y le dijo que era la segunda vez que había salido de caza y le había fallado la posta y el médico le dijo que a todos nos llega esa DECEPCIÓN.


Carlos Aguilar