martes, 23 de noviembre de 2021






DOROTHY GREY



     Pasa las mañanas  desnuda al espejo,   cuidando con deleite  su piel con cremas y aceites, cepillando y desenredando su cabello con fruición. Dorothy se ve bella en el espejo, una fruta preciosa y dulce, una mujer  en su plenitud.

     Hoy es su cumpleaños y se esmera más si cabe en el cuidado de su cutis y cabello, con coquetería pinta sus labios  mientras piensa qué vestido se pondrá y como hacer de ese día algo especial.

     Pasará la tarde en el café,  en su mesa de siempre, sola, hace años que está sola. Hoy se regalará un licor, y luego regresará andando despacio  a su casa.
     Al día siguiente volverá desnuda al espejo, y no verá la miseria de la pared cuarteada ni la herrumbre del lavabo, como no verá tampoco lo ajado de su piel ni los puñados de cabello ralo  y gris atrapados en el cepillo.  Hoy es su cumpleaños, su 96 aniversario, y Dorothy se ve bella en el espejo.

                                                                                                               
Jorge Ferrando 
Noviembre 2021




VIDA NUEVA  


 
He vendido la casa. Ya sé que te crees que tú tienes el mismo derecho a ella que yo, pero ¡se siente! La abuela la puso a mi nombre porque yo era la hermana mayor, la responsable, la sensata que nunca haría ninguna locura y, se suponía, que cuidaría de ti siempre. Pues se me han hinchado las narices. Estoy hasta el papo de que todo tu sueldo se vaya en modelitos y potingues, ¡zorra! ¡Agua y jabón! Eso es lo que yo uso y no se me caen los anillos. La casa está que se cae, pero la señorita solo piensa en ella y en todos los guarros a los que tirarse. Estoy hasta el mismo coño de que te pasees en pelota picada y me pases por los morros lo buena que estás ¡cerda! Yo me largo. En Estados Unidos hay muchos gordos, allí es normal ser como yo. Quizás en mi nueva vida tenga, por fin, la oportunidad de que alguien me mire. Y tú, cabrona, a la puta calle, a ver si así te vistes de una vez. 



Cruz Ferrando
Noviembre 2021


COMPAÑERAS DE PISO 


 
¡No me hagas esto! 

Siempre me han gustado los tíos. No se qué me pasa pero, cuando te veo así, me entran ganas de acercarme por detrás, cogerte las tetas y pegar las mías a tu espalda. Y siento una necesidad acuciante de tener polla para poder clavártela y oírte gemir. 



Cruz Ferrando
Noviembre 2021




LOLA



Tenía treinta años cuando saqué la plaza de profesor de instituto.  Estaba soltero, me sentía en la plenitud de mi madurez. Un día primaveral mi testosterona se encontraba por las nubes. Era un miércoles y comenzaba las clases a las doce de la mañana. Durante el desayuno había ojeado las páginas de contactos. Encontré la dirección de una profesional a mitad de camino entre mi piso y el instituto. Lo que me gustó de ella es que sus servicios parecían relativamente baratos. 

Al entrar aprecié un dormitorio vetusto. En contraste con el lugar irrumpió una joven de cuerpo espectacular. Llevaba una bata violeta de seda y me invitó a que me quitara la ropa. Me llevó a un bidet limpio. Sus manos suaves lavaron con agua caliente mi pene. Enseguida me excité. Ella se presentó, se llamaba Lola. Me invitó a acostarme. Mientras tanto ella se quitó la bata de seda y se miró en el espejo para pintarse los labios. Luego me echó una mirada obscena. Desde la cama la observaba embelesado, no dejaba de pensar que en una hora estaría dando clase a los alumnos. Lola me preguntó a qué me dedicaba y le dije que era profesor y que iría a clase después de estar con ella. Entonces Lola se vistió de estudiante juvenil y se metió en la cama. Confieso que me puso más cachondo lo que me dijo que el contacto de sus tetas y su coño. Me miró y me animó a que pensara que ella era una de sus estudiantes.

 Más tarde, cuando daba la clase vi a una joven sacándose un espejito redondo para pintarse los labios. Enseguida se me puso erecta recordando a Lola frente al espejo. 

A partir de la primera cita comencé a visitar a Lola con frecuencia. Un día caí en la cuenta de que era la mujer que mejor conocía mis fantasmas sexuales. Fue en ese período cuando me obsesioné con ella. Pasaron diez años, traté de convencerle de que fuera mi pareja, pero Lola nunca dio el brazo a torcer. Me cansé de esperarla y comencé a salir con Carmen, pero nuestra relación carecía de complicidades sexuales. Un día, iba acompañado con mi mujer y al pasar por una oficina bancaria me encontré a Lola trabajando en ella. La saludé de lejos, pero apenas me hizo caso. Noté que había engordado bastante y comprendí que, tal vez, se sentía avergonzada de su deterioro físico.

Pasaron diez años más. Al entrar en clase me di cuenta que había envejecido, sin embargo, mis alumnos seguían teniendo veinte años. Una joven estudiante comenzó a pintarse los morros frente a un espejito y evoqué aquella tarde de primavera en la plenitud de mi vida. Ahora no sentía nada.


Pablo Ferrando
Noviembre 2021









 

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