lunes, 29 de noviembre de 2021



EL FORASTERO



Ha llegado un forastero al pueblo. Bueno dicen que es de aquí pero yo no lo había visto nunca, y es tan elegante que no parece paisano, hasta lleva un lazo en el cuello.

Esta mañana convencí a Curro y a Pedro para que me acompañaran para ir a verlo. Lo encontramos paseando en la vega y empezamos a hablar con él, como si lo conociéramos de toda la vida.

Nos sentamos a la sombra, en el pinar. Estaba contento de haber vuelto. Por lo visto es muy viajado pero nos dijo que nunca sentía las cosas tan adentro como aquí.

Después de un rato de contarnos sobre naranjos y olivos, cipreses ortigas y yedra, nardos y lirios, encinas y robles... os juro que empecé a mirar a mi alrededor como con otros ojos. Me parece que mi pobre tierra ya no es tan pobre.


Cruz Ferrando

Noviembre 2021




                                    

          ES SEPTIEMBRE DE 1930

      ‘’Querido Antonio,

  Remito esta carta a Almaciles con solo tu nombre pues desconozco tus señas. Te mando la fotografía de la excursión a la Sierra de la Sagra. Aquel día fue un regalo de la vida, vuestra compañía, la belleza de la Sierra y las pinturas de las cuevas, todo perdura en el recuerdo como un día tan feliz como muestra la foto.

Antonio, Rubio, me alegrará saber de ti, estudia mucho, recuerda que solo el conocimiento nos hace libres, y atrévete a escribir un pequeño poema, como me prometiste.

Manda mis saludos a tus buenos amigos Luisito y Gerardo y a tu amable maestro Don Braulio.

Un fuerte abrazo Antonio,

Federico, Huerta de San Vicente, 17 de Septiembre, 1930’’



Antonio, el Rubio, como se le conoce en Almaciles, no cabe en sí de la dicha. Recibir la carta ha sido todo un acontecimiento en su casa y aun en Almaciles y la escuela. Fue Don Braulio, el maestro, quién en Agosto arregló la excursión a las Cuevas de la Piedra del Letrero para que Federico, el poeta, conociese sus pinturas rupestres.

En la fotografía, Antonio el Rubio, junto a Gerardo y Luisito, guías y acompañantes de Federico que sonríe feliz...

Es Septiembre de 1930, no hay oráculos ni augurios, vaticinios ni profecías, solo hay sueños…


     ‘’ Federico,

    Tu carta fue una gran alegría y todo Almaciles andó revuelto. Don Braulio te manda un afectuoso saludo. Federico esta noche he tenido un sueño terrible, unos hombres de oscuro querían atraparte y hacerte mal, yo te gritaba pero tú no me oías. Federico tienes que irte muy lejos, a América que ya conoces, dime que lo harás y escríbeme desde allí, yo también te mando un abrazo y te escribiré un poema.

Antonio, Almaciles, 20 de Septiembre de 1930,’’

… Es Septiembre de 1930 y no hay más escrito en este relato, ni hay destino ni fortuna ni suerte ni ventura,… ni un fin ni estrella… solo está la Luna y el Universo oscuro e infinito…



Jorge Ferrando

Noviembre 2021




DE REPENTE, EL ÚLTIMO VERANO



Era una tarde fresca de verano, se había levantado una ráfaga de viento cuando Federico se acercó a nosotros. Estábamos ayudando a nuestro padre en las tareas del jardín. El escritor nos saludó con una sonrisa chispeante y comenzó a hacer complicidades con mis amigos de la infancia Pepín, Luisito y conmigo. Al rato de estar entreteniéndonos con sus bromas inocentes se sumó al encuentro el casero Gabriel Perea, que llevaba consigo una Leica. Después de saludarnos propuso hacernos una foto. Se alejó y nos la hizo. Federico agradeció el detalle con su cálida voz y gestos vitales. Luego el poeta se metió en la casa de la Huerta de San Vicente. 

Mi padre nos dijo que fuéramos a jugar. Durante un buen rato estuvimos corriendo y escondiéndonos. El balcón de Federico estaba abierto y le oíamos tocar en el piano Noches en los jardines de España de su maestro Manuel de Falla. El casero se acercó y me dijo que llevase a Federico una copa de coñac. Llegué a la planta superior, el escritor se detuvo al darse cuenta de mi presencia y comenzó mover sus manos con enorme energía interpretando la pieza musical de Falla. Le dejé la copa en una mesita que había frente al piano y me puse a escucharle tocar con admiración. Poco después oímos unos gritos y un disparo desde la habitación de Federico. Nos asomamos al balcón y reconocimos al Marranero, a dos terratenientes y los hermanos Roldán. Buscaban el paradero de los hermanos del casero. Capturaron a Gabriel para luego atarlo, vejarlo y golpearlo en un cerezo del jardín a la vista de todos. 

Miré el rostro de Federico que expresaba una enorme impotencia y tristeza. Sus manos estaban agarradas al balcón, alzó la mirada al cielo y una ráfaga de viento pasó por nuestros rostros. Fue entonces cuando me miró asustado y dijo que tenía que irse de allí.




                                        Pablo Ferrando 

Noviembre 2021




DE MUCHACHOS Y HOMBRES



A Federico le gusté yo, el Rubio, mi mirada firme, mi naturaleza salvaje y mi ser desharrapado, con la osadía del que no tiene nada que perder, siempre al límite. Y a mí, me cautivó Federico, su alegría, su republicanismo y la libertad que rezumaba. Ambos habríamos de correr la misma suerte.

La comparsa fueron Gerardo y Luisito “el Dientes”, que así apodábamos por los propios y por todas las bocas que su padre, barbero, había desdentado. Luis, pecho al frente y manos en los bolsillos de un pantalón que se permitía cinturón, acabaría alcalde unos cuantos años después.

Pero esa tarde feliz, a Federico, le gusté yo y a mí él.



Violeta Pfeiffer

Diciembre  2021




 

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