sábado, 7 de junio de 2014

MANOS

Sintió el calor que la humeante taza de café proporcionaba a sus manos y el aroma de la semilla de aquella planta de frutos rojos llegó hasta lo más recóndito de su cerebro. Abrió la puerta y salió a la terraza, sentada en el penúltimo escalón pudo ver el mar tranquilo de las primeras horas del día; su rumor acompasado semejaba la más dulce de las sinfonías.

Aquel instante, con todos sus sentidos abotargados, la llenó de paz.

                         
                Amparo Soler
Junio 2014


martes, 3 de junio de 2014


La mano amiga

Imaginad por un momento que tuviéramos tres manos. Después de pensarlo un poco yo la pondría entre las otras dos, con un pequeño brazo que saliera del esternón.

Pensad lo útil que sería para un pianista que a la vez que toca tiene que pasar la página y recolocar de nuevo  los dedos en las teclas. Un lío.

Para comer, cada cubierto con su mano. Mucho mas lógico.

Para abrazar ¿Cogerías al abrazado por la derecha ó por la izquierda ?
Teniendo en cuenta que también tendría tres manos, alguna de ellas podría ir a parar  a un ojo. Quizás fuera algo mas difícil que ahora pero sería más abrazo ¿no?


Importantísima función, llevar más bolsas de la compra .

Y tendría cinco deditos, todos iguales. Lo siento por los fabricantes de guantes. Y en periodo de reposo nos la echaríamos al hombro ó  al cuello, a modo de bufanda. Esto más bien en invierno .

Las camisetas tendrías tres mangas .

Finalmente sería  muy  útil para que los chicos  no  mojaran la tabla del váter . Dejaríamos de oír el lamento de siempre: jolín, es que  no tengo tres manos ...

Como veis, esto sería una mano amiga, lo demás... pamplinas.
                                                                                                                                                             &nb sp;  
                      
Elena Sebastián


lunes, 2 de junio de 2014

Encuesta vital

Preguntó. 
Y se quedó tan de piedra como las piedras del bosque.
Se quedó tal helado como los hielos del polo norte.
Un bosque de brazos se había alzado de repente, al unísono, cual ejército orquestado.
Y las copas de esos árboles-brazos, eran manos con los dedos muy abiertos, muy estirados, que llegaban muy alto.


Casi tanto como para tocar las nubes en las que estaba subido.

Y en todas sus palmas estaba escrita la palabra TÚ.

Victoria H.



LA MANO

La ayudante la cogió con fuerza por los pies sujetándola por la nuca con ternura. No hizo falta cachetearla, avisó con premura de que estaba dispuesta para vivir muchos años, exhibiéndolo con un alarido de felicidad, mientras la doctora le cortaba el cordón umbilical.

Así tal cual me la entregaron, envuelta en una  batita de tela de toalla, temiendo que se me resbalara por culpa del líquido que aún la cubría. Parecía que volvería a romper a llorar cuando su mano se agarró a mi dedo, deseando  que la acompañara en esos primeros instantes de su vida. Me cogió con energía, como si necesitara que le transmitiera seguridad.


Entonces, se me agigantó de felicidad el corazón.

Ignacio Cort
Manos

Permanecer a través del tiempo,sabía lo que quería y como conseguirlo.
Miró sus manos rojas, empapadas en su propia sangre...
el destino no estaba escrito
ella se quedaría allí.
Puso las manos en la negra pared y esperó hasta ver la luz que lo acompañaría a su próximo
destino.


                         Julia

domingo, 1 de junio de 2014

Manos

¡Manos a la obra! quiso ponerse el dinámico maestro pintor, mandando al mancebo responsable del mantenimiento del taller a buscar y traerle el cuaderno con los dibujos y bocetos más recientes. “Déu meu totpudrós”, exclamó en su idioma local supérstite cuando ante unos esbozos difuminados se dio cuenta de la magnitud del problema estético y profesional que suponía este nuevo encargo. Para un artista consumado como él no había nada más fácil que imitar, manejar, re-crear la naturaleza en sus detalles más microscópicos, desde la ventana reflejada en los ojos de una liebre hasta la última plumita de la más rara avis. Pero ¿cómo iba a manipular un animal exótico nunca visto, si no disponía de ningún modelo fidedigno? ¡Cuánta envidia le daban en este momento sus compañeros del arte poético que elevaban simplemente sus sequías inspiracionales a sonetos elegíacos u oraciones místicas, invocando así a una de sus muchas musas! Por desgracia no había ni una sola musa para las artes más materiales y más manuales como la pintura, ya que un pobre pincel rojo o verde, o del color más brillante que existiera, no era capaz de convencer a las diosas, implorar su ayuda o componer una oración a Dios todopoderoso. Y mientras sus manos se juntaban casi automáticamente para expresar en silencio y sin palabras su desesperación, supo que era poniendo estas mismas manos a la obra como tenía que suplicar la salvación artística.


 Al final sus creadoras manos lograron producir aquel deseado animal cornudo que, por cierto, todavía hoy es reconocible como rinoceronte; pero mientras los admiradores verdaderos de esta fantasía zoológica se pueden contar con los dedos de una sola mano, la ferviente oración de sus “Manos Orantes” halló gracia delante de un Dios atento a este trabajo manual que se convirtió no sólo en una decorativa bendición para innumerables hogares, sino también en el éxito económico de manual codiciado tanto por los prohombres neoliberales del Renacimiento como por los siglos de los siglos. Amén.

Gerhard Ackermann
LA SORPRESA

Cuando Álvaro entró en casa un silencio denso y amenazador lo recibió. Con el corazón en un puño, buscó a Ana en todas las habitaciones. Ella nunca estaba fuera a esas horas. Encontró una nota en el banco de la cocina y sintió un frío premonitorio. Al leer la primera frase se llevó la mano al pecho, un dolor intenso y desconocido lo atravesó como una descarga eléctrica. Había estado muy estresado últimamente y, desde hacía ya demasiado tiempo, los dos chapaleaban en la angustia esperando los resultados de la biopsia que le habían hecho a Ana. Con la vista nublada y respirando con dificultad empezó a leer de nuevo:


"Se me escapan los minutos, las horas y las semanas, como arena que se escurre entre los dedos de mis manos. Y, cada vez con más fuerza, deseo abrazar el mar entero, perderme en mil selvas y besar tu sonrisa”

Ella, eufórica tras conocer los resultados, se había esforzado para transmitirle lo que sentía en esa nota y había salido a por un buen vino para celebrarlo.



Álvaro sintió un alivio infinito pero ya era demasiado tarde, su cuerpo no pudo reaccionar y cayó desplomado.

Cruz Ferrando
Tu mano en la mía.

Manu, abreviatura de Manolo –así le llaman los amigos y familiares–, se dirige al entierro de su abuelo Gabriel en el autobús urbano. Decide darse un paseo por la ciudad. Desde la ventana del vehículo advierte un parque situado en la mediana de una avenida. Dentro del pequeño espacio público cuadrangular hay juegos recreativos para los niños y unos pocos árboles que hacen las veces de valla natural. En el interior del recinto nota la presencia de un anciano acompañado de quien parece ser su nieto. Cuando Manu se fija en el hombre mayor le llama la atención que se inclina hacia el niño y le obsequia una piedra redonda. Entonces el crío esboza una sonrisa, se agacha al suelo para coger otra piedra y se la regala. Manu tiene la sensación de oír las palabras de su abuelo: “hijo, cuando tengas algún problema, coge esta piedra, la tomas en tu mano y piensa que estés donde estés yo estaré contigo.” Manu ha cerrado los ojos, evoca aquella imagen de su infancia con una sonrisa.


Al cabo de un rato el autobús público se detiene en una parada y entra como un torbellino una joven pareja. El chico se parece a Manu pero con diez años menos que ahora y la muchacha es Maite. Los novios se sientan al lado de él. Está viendo cómo el joven aproxima su mano dubitativa a la de ella mientras la devora con los ojos. Manu recuerda su sorpresa al coger por primera vez la fría mano de Maite. De pronto contempla por la ventana un accidente de tráfico. En medio del barullo de la policía y la ambulancia Manu observa una sábana cubriendo un cuerpo sin vida; sólo la mano sobresale del sudario improvisado y reconoce el anillo verde que le regaló a Maite. Había sido atropellada al cruzar la calle sin mirar. La palma de la mano está vacía, tiene la misma postura que adoptó la primera noche que hicieron el amor, cuando ella se quedó dormida: los dedos se encontraban estirados y la palma sobre el suelo.


Manu llega al tanatorio y se encuentra con su abuela Pilar. Le besa las mejillas y la mujer, afligida ante el saludo, le dice que Gabriel le había dejado una cosa para él. Le entrega una gastada cajita de chopo. Manu, conmocionado, la coge entre sus manos, abre la tapa y advierte una piedra común e irregular. De su bolsillo saca la piedra redonda y la pone junto a la de Gabriel. En ese instante tuvo la fuerte sensación de que lo estaba mirando con una expresión risueña, de que estaba a su lado.

                                                                            Pablo Ferrando
 Valencia, 30 de mayo, 2014