MANOS
Sintió el calor que
la humeante taza de café proporcionaba a sus manos y el aroma de la semilla de
aquella planta de frutos rojos llegó hasta lo más recóndito de su cerebro.
Abrió la puerta y salió a la terraza, sentada en el penúltimo escalón pudo ver
el mar tranquilo de las primeras horas del día; su rumor acompasado semejaba la
más dulce de las sinfonías.
Aquel instante, con
todos sus sentidos abotargados, la llenó de paz.
Amparo
Soler
Junio 2014
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