ANSELMO
A mi
querido amigo Alfonso Guiard, fundador de este relato.
Anselmo mira concentrado el brazo izquierdo de la mujer que acaba de
llegar a su taller. Al hombre le brillan los ojos de forma extraña, acude a un
cajón y blande un cuchillo en su mano derecha ortopédica. La mujer está
distraída, mirando hacia el suelo, tratando de encontrar a Tarantino, un gato
persa que se le ha escurrido entre los brazos. El taxidermista se acerca por
detrás sin que ésta se percate. Tarantino está explorando los armarios cuando
oye primero un crujido seco y luego un suspiro agudo y desmayado. El hombre
sale atropelladamente del estudio, abre una puerta verde aneja a éste y la
cierra. A la altura de la misma hay una estampa de Ana San Bartolomé que acoge
con arrobo en sus brazos a la agonizante Santa Teresa de Jesús.
Un día después Anselmo se encuentra en Alba de Tormes, visitando la
Basílica de Santa Teresa de Jesús. Es el cuatro de octubre, frente al relicario
hay un nutrido grupo de turistas y devotos mirando el sepulcro donde se
conserva el cuerpo incorrupto, el brazo izquierdo y el corazón de la santa.
Anselmo dirige la mirada a los visitantes y fieles. El rostro es inexpresivo,
pero se transforma cuando se pone a rezar de manera extasiada. Unos minutos más
tarde sale del ensimismamiento, observa los alrededores, parece estar
concentrado, como si estuviera planeando algo. Vuelve a mirar el reloj y sale
de la iglesia.
Una semana más tarde viaja a Roma, París, Lisboa y finalmente a Madrid.
En cada una de las capitales visita los relicarios de la fundadora de las
carmelitas. En Roma, un pie y la mandíbula; en París, un dedo; en Lisboa, la
mano izquierda. Por último, en Madrid, la mano derecha que conservaba el
generalísimo Francisco Franco en el Palacio del Pardo. A la hora de realizar el
peregrinaje lleva a cabo el mismo ritual. En el momento de entrar en la
habitación del hotel primero deja una nevera de plástico en el interior de un
armario, acto seguido ordena su ropa, luego se abandona y callejea por las
capitales. El segundo día del viaje visita los relicarios. Avanzada la noche
acude de nuevo a los espacios de culto. Entra en ellos furtivamente, saca de la
neverita un miembro humano y lo restituye por el de la santa,
que a su vez guarda en el recipiente
refrigerado. Luego se aleja del lugar con la misma cautela e
invisibilidad.
Cuando vuelve a su casa encuentra merodeando en el taller a
Tarantino. Saluda al gato y acto seguido se precipita a la habitación verde
donde comienza a depositar delicadamente, al pie de una estatua de Santa Teresa de
Jesús de metro y medio, cada uno de los relicarios suplantados. Un par de
velas flanquean la pequeña estatua religiosa. Las paredes están adornadas de
estampas y cuadros de la santa. En el lado derecho hay una estantería de libros
de la religiosa: Camino de perfección, Conceptos
del amor de Dios, Las
moradas. Cuando ha colocado cada una de las piezas frente al improvisado
altar se arrodilla e inclina la cabeza concentrándose en la oración. Cierra los
ojos en silencio, pero sale del recogimiento al percatarse de la presencia de
Tarantino, que ha cogido con la boca un dedo. El felino se fuga con la presa
capturada en el pequeño santuario privado cuando percibe a Anselmo con el ceño
fruncido.
Pablo Ferrando
Noviembre 2015
¡Me encanta tu homenaje a Tarantino!
ResponderEliminarMiiaaaauuuu!!!!
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