miércoles, 18 de noviembre de 2015


UN NUEVO VERANO



La hija de los caseros, donde yo pasaba los veranos, tenía 16 años, mis 14 eran muy pocos para ella, pero sabía que era observada, con una curiosidad que había surgido nueva ese año, ya no era solamente la hija de…, ahora había descubierto que su cuerpo había cambiado y dentro de mí también había algo nuevo que me hacía fijarme en detalles que antes habían pasado desapercibidos o que tal vez no existían.

Ella era consciente del interés por no perderme ningún detalle de aquello que era tan nuevo para mí. Gestos, poses, miradas, todo tenía un nuevo sentido y ella lo estimulaba, hacía lo posible para que yo estuviera pendiente de la orilla de su falda, de sus desarrolladas formas inexistentes el año anterior.


Pero lo que más le hacía disfrutar era dejarse caer a horcajadas con su cortísima faldita por la barandilla de la escalera, y observar después por el rabillo del ojo, mientras se alejaba riendo, como yo pasaba la mano por donde ella se había deslizado. 




Paco Palanca


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