UN
NUEVO VERANO
La hija de los
caseros, donde yo pasaba los veranos, tenía 16 años, mis 14 eran muy pocos para
ella, pero sabía que era observada, con una curiosidad que había surgido nueva
ese año, ya no era solamente la hija de…, ahora había descubierto que su cuerpo
había cambiado y dentro de mí también había algo nuevo que me hacía fijarme en
detalles que antes habían pasado desapercibidos o que tal vez no existían.
Ella era
consciente del interés por no perderme ningún detalle de aquello que era tan nuevo
para mí. Gestos, poses, miradas, todo tenía un nuevo sentido y ella lo
estimulaba, hacía lo posible para que yo estuviera pendiente de la orilla de su
falda, de sus desarrolladas formas inexistentes el año anterior.
Pero lo que
más le hacía disfrutar era dejarse caer a horcajadas con su cortísima faldita
por la barandilla de la escalera, y observar después por el rabillo del ojo,
mientras se alejaba riendo, como yo pasaba la mano por donde ella se había
deslizado.
Paco Palanca
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