viernes, 27 de noviembre de 2015

LA MIRADA CAUTIVA

A las 16 horas del 4 de junio de 3014 mi hermana mayor y yo llegábamos a la casa de nuestra madre mientras la enfermera ayudaba a colocarle la dentadura postiza. A mi madre le temblaban las manos y la respiración era acelerada, pero la mujer que la atendía no tardó en ajustársela. Notamos en la mirada de nuestra madre que estaba azorada. Al poco ella parecía encontrarse más relajada. Entonces fue cuando aprovechó la enfermera para alejarse de la habitación y pedirnos que la siguiéramos.

 En el aparte contó que al mediodía mi madre decía que se estaba muriendo, que avisara a todos sus hijos. Y justo en el momento de verbalizarlo sucedió una milagrosa coincidencia: comenzaron a venir el resto de los hermanos y fueron saludando cariñosamente a mamá. Luego la rodearon. En sus últimos momentos de vida tratábamos de aliviarla ante cualquier sufrimiento. Ella apenas tenía fuerzas, sus manos se aferraban a las sábanas. Entonces mi hermana mayor le colocó los sensores sobre el cráneo y encendió el módulo Dreamworks que había en la cabecera de la cama. Una catarata de imágenes discurrieron sobre la pantalla que había en la pared de la cama. Todas ellas no parecía que tuvieran un orden cronológico aunque correspondían a la vida de nuestra madre: en una imagen salía ufana de la escuela, otra era ella de pequeña que aprendía a andar, un joven con bigote coqueteaba con mi madre…



En ese momento me hice una pregunta muy estúpida: ¿qué me pasaría cuando estuviese muriendo, vería el monolito de 2001?, ¿los labios de Charles Foster Kane pronunciando la palabra Rosebud?, ¿o al viejo Tom en Johnny Guitar afirmando que no hay nada mejor que un buen cigarro y una buena taza de café?

 En la habitación reinaba un silencio profundo. Las imágenes se sucedían, reconocía las de su estancia en Vélez Rubio o aquellas que transcurrieron en una comida navideña donde nuestra madre se hallaba rodeada de sus hijos y hermanos. Y así infinidad de imágenes que iban aflorando entre los recuerdos de toda una vida. Mi madre ya tenía los ojos cerrados, se apreciaba una sonrisa serena. La última imagen que pudimos contemplar era ella siendo un bebé con su rostro dirigiéndose a nuestra abuela y al mismo tiempo a nosotros. Mientras su mirada expresaba asombro y arrobo mi madre exhaló el último suspiro. 




Pablo Ferrrando




6 comentarios:

  1. Salgo a tomar un café y me encuentro con este regalo.Es precioso Pablo.Precioso.

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  2. Estoy de acuerdo con Marga.
    Además me ha sacado algunas lágrimas.

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  3. Con la distancia del tiempo transcurrido tras la vida y muerte de "la madre", la evocación serena de los recuerdos cobra objetividad e intensidad.
    Bonito homenaje.

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  4. La bella danza de las palabras, formando una composición mágica.
    Cada uno a su manera y en el momento preciso. Encuentra la forma de expresar y sacar lo que lleva dentro.
    Gracias Pablo.
    Bello y emocionante.

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  5. La bella danza de las palabras, formando una composición mágica.
    Cada uno a su manera y en el momento preciso. Encuentra la forma de expresar y sacar lo que lleva dentro.
    Gracias Pablo.
    Bello y emocionante.

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