LA PATA DE CABRA
No fui una
niña especialmente miedosa. Sin embargo, desde mis cinco a mis nueve años
estuve aterrorizada por “la pata de cabra”.
En la bajada
de Las Angustias hay una cruz con una mano grabada en su base. Según me
contaron ante ella, había un joven rico y pecador que no tenía ningún tipo de
escrúpulo en seducir y abandonar, a la desgracia y el deshonor, a las incautas
mujeres que caían en sus redes. Hasta
que un día cayó bajo el hechizo de una hermosa mujer a la que juró amor eterno.
En el momento en que se acercaba a besarla, una ráfaga de viento levantó la
falda de la dama y el crápula descubrió, horrorizado, una pata de cabra en lugar
de un delicado pie. Se dio cuenta, demasiado tarde, de que se encontraba ante el mismísimo
diablo que buscaba su recompensa y huyó despavorido hasta llegar a la cruz, a
la que se agarró, quedando su mano marcada en ella para siempre.
Cuando
visité el lugar con mi hija, treinta años después, sentí un frío desasosiego
ante esa cruz. A ella nunca le he hablado
del diablo, pero sí le hablé de Darwin y sus monos. Este asunto, considerado
como horrible leyenda para algunos, nunca le ha provocado terrores nocturnos.
Cruz Ferrando
Cruz Ferrando
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