jueves, 3 de julio de 2014

LA PATA DE CABRA

No fui una niña especialmente miedosa. Sin embargo, desde mis cinco a mis nueve años estuve aterrorizada por “la pata de cabra”.
En la bajada de Las Angustias hay una cruz con una mano grabada en su base. Según me contaron ante ella, había un joven rico y pecador que no tenía ningún tipo de escrúpulo en seducir y abandonar, a la desgracia y el deshonor, a las incautas mujeres que caían en sus redes. Hasta que un día cayó bajo el hechizo de una hermosa mujer a la que juró amor eterno. En el momento en que se acercaba a besarla, una ráfaga de viento levantó la falda de la dama y el crápula descubrió, horrorizado, una pata de cabra en lugar de un delicado pie. Se dio cuenta, demasiado tarde, de que se encontraba ante el mismísimo diablo que buscaba su recompensa y huyó despavorido hasta llegar a la cruz, a la que se agarró, quedando su mano marcada en ella para siempre.


Cuando visité el lugar con mi hija, treinta años después, sentí un frío desasosiego ante esa cruz.  A ella nunca le he hablado del diablo, pero sí le hablé de Darwin y sus monos. Este asunto, considerado como horrible leyenda para algunos, nunca le ha provocado terrores nocturnos.

Cruz Ferrando

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